Years ago, I developed a growing curiosity about my family tree.

I wanted to know more: Who were my ancestors? What had been their challenges? What did they have to overcome?  

I began asking questions to older family members and I was fascinated by some of the stories I learned.

Both of my grandparents had been braceros who worked the fields of California in the 1950s, during a labor shortage after WWII. Meanwhile, my grandmothers raised the children back home.

My great grandparents had survived persecution during the Cristero War in Mexico in the 1920s. I was especially struck by what my great grandmothers had to endure in such violent times within a machista culture that didn’t acknowledge their pain.

One night, as I thought about this, feeling heartbroken by the silent suffering of my grandmothers, I had a dream.  It was a procession of beautiful indigenous women in a caravan.  They were carrying an abundance of provisions for the journey. They were fierce and gentle, surrounded by an aura of harmonious light that guided their path.

I was left with a deep sense of peace, reassured in the communion I share with them as my ancestors.  It was as if they were telling me, “Mija, we see you, we know what breaks your heart, but we are here for you, our peace is your peace.”

Isaiah offers us an image, a vision amid war and devastation -- of a severed tree and a new blossom, the stump of Jesse, the lineage of the Messiah. What might this image have to tell us today?

Perhaps this lineage tree would first remind us that it was once a lush tree, its branches extending to the heavens, offering praise to its creator and shade and fruit to those who passed by.

This lineage tree was home to King David as well as his great-grandmother, Ruth, a Moabite immigrant.

Its vibrancy multiplied until it threatened the power-hungry ax by which it was cut off.

Cut off from life – criminalized, terrorized, kidnapped, deported…

Cut off from life – deprived of the goods of the earth, persecuted, assaulted, torn away from those most loved…

Cut off from life – denied justice and humanity, kept silent, isolated, and demoralized…

Yes, this happens to the Christ, since he said, “what you do to the least of my siblings you do to me.”

How then can we dare to hope?

Isaiah says, Look! Take a closer look a this lineage tree…For this tree has a divine root. The root of the Spirit, which cannot be cut off.

So, we dare to hope in wisdom and understanding:

-And so, we become an underground network of support, delivering groceries to families not seen at church lately; to let them know they matter and that we miss them.

We dare to hope with the land’s afflicted:

-And so, we unite in interfaith prayer vigils in front of detention centers reclaiming the sacred history of migrants, laying down flowers at the steps of federal buildings, representing the lives of migrants and what no one can take away from us: our love.

Oh, yes, we’ve dared to hope, and have been lifted up in awe and wonder:

-As we carry the prayers of our people through the Holy Doors of St. Peter Square at the Jubilee of Migrants and heard our Pope remind the world that care for migrants and refugees is at the heart of the Church’s mission.

Today, we can only hope with courage:

-As we mobilize and organize, and have already see the largest peaceful march in American history to reclaim justice for all.

Even as we lament, we organize hope.

This is our Divine Ancestry, given to us by Jesus, blooming anew.

When we reclaim our Divine lineage, people from longstanding opposing views gather together as the wolf and lamb; the leopard and the sheep; the calf and the lion…working together for justice, creating hope, creating kinship.

What new blossom of hope will you offer this season of Advent?

INTRODUCCIÓN:

Hace algunos años, creció en mi la curiosidad por saber más sobre mi árbol genealógico.

Quería saber ¿quiénes fueron mis antepasados? ¿Cuáles fueron sus desafíos?

¿Qué tuvieron que superar?

Comencé a hacer preguntas y me fascinaron algunas de las historias que descubrí.

Mis abuelos había trabajaron como braceros en los campos de algodón en Estados Unidos durante la década de 50s, cuando hubo escasez laboral a partir de la segunda guerra mundial, mientras mis abuelas criaban a los hijos.

Mis bisabuelos y bisabuelas sobrevivieron la persecución durante la guerra cristera en México en la década de 20s. Me impactó especialmente lo que mis bisabuelas tuvieron que pasar en esos tiempos tan violentos, dentro de un ambiente tan machista que las dejaba vulnerables a muchos abusos.  A pesar de la precariedad e inseguridad, salvaron sus vidas y la vida de sus hijos.

Una noche, mientras reflexionaba sobre este dolor silencios vivido por mis abuelas y bisabuelas, tuve un sueño. Era una procesión de hermosas mujeres indígenas en una caravana. Llevaban abundantes provisiones para el viaje. Eran fuertes y radiantes, serenas, comunicando armonía. Me quedé con una profunda sensación de paz, reconfortada por la comunión que comparto con ellas. Era como si me dijeran: “Mija, sabemos lo que te rompe el corazón, pero estamos aquí para animarte.  Nuestra paz es tu paz.

Isaías nos ofrece una imagen, una visión en medio de la guerra y la devastación: un árbol cortado y un nuevo retoño, el tronco de Jesé, el linaje del Mesías. ¿Qué podría decirnos hoy esta imagen?

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CUERPO

Quizás, este árbol genealógico nos recuerde primero que alguna vez fue un árbol frondoso, con ramas que se extendían, alabando a su creador, ofreciendo sombra y fruto dulce a quienes pasaban.

Este árbol genealógico fue hogar del rey David, así como lo fue de su bisabuela, Rut, una inmigrante moabita…

Su vitalidad creció y se multiplicó hasta amenazar el hacha del poder ambicioso, y fue cortado de la vida.

Le cortaron la vida: criminalizado, aterrorizado, secuestrado, deportado…

Le cortaron la vida: Perseguido, agredido, separado de sus seres más queridos…

Le cortaron la vida: al aislarlo, privarlo de justicia y humanidad, silenciado, aislados, desmoralizado…

Sí, esto le sucede a Cristo, pues el dijo: «Lo que hiciste a uno de estos mis hermanos  más pequeños, a mí me lo hiciste».

¿Cómo podemos atrevernos a tener esperanza?...

Isaías nos dice: «¡Miren! ¡Observen con atención al tronco de Jesé!… Porque este árbol tiene una raíz divina, la raíz del Espíritu, que no puede ser cortada».

¡Claro que nos atrevemos a tener esperanza! Y a tenerla con sabiduría y entendimiento:

-Y así es que nos hemos convertimos en una red de apoyo, llevando alimentos a familias que últimamente no han asistido a la misa por temor; para que sepan que nos importan y que las extrañamos.

Nos atrevemos a tener esperanza con los afligidos de la tierra:

-Uniéndonos en vigilias de oración interreligiosas frente a centros de detención, reivindicando la historia sagrada de los migrantes.  Depositamos flores ante edificios federales, representando las vidas de los migrantes y lo que nadie nos puede arrebatar: nuestro amor.

Oh, claro que sí, nos atrevemos a tener esperanza y nos hemos quedado con asombro y admiración

-Al haber llevado las oraciones de nuestro pueblo a las Puertas Santas de la Plaza de San Pedro en Roma, en el Jubileo de los Migrantes,… y escuchar a nuestro Papa recordar al mundo entero que la atención a los migrantes y refugiados está en el corazón mismo de la misión de la Iglesia.

Hoy, solo podemos esperar con valentía.

-Mientras nos organizamos, porque ya hemos presenciamos la marcha más extensa y pacífica en la historia de Estados Unidos, reclamando justicia para todos.

Aunque lamentamos tanta destrucción también nos atrevemos a crear espacios de esperanza.

Este es Nuestro linaje divino, que nos fue dada por Jesús, y ahora vuelve a florecer

Cuando hacemos memoria de nuestro linaje divino, personas con posturas opuestas se unen como el lobo y el cordero; la pantera y el cabrito; el novillo y el león…para trabajar juntos por la justicia, creando esperanza, creando hermandad.

¿Qué nuevo retoño de esperanza ofrecerás tú en este tiempo de Adviento?