What does it mean to have Christian faith?  This may seem like an odd question on this Christmas day, but I think it might be the question today is meant to answer.

The sad truth is that I often hear “I was raised Catholic but no longer identify as Catholic.”   It is a painful disclosure, an admission of the pain of losing home, and also of outrage because, as they see it, in contemporary Christianity judgment and exclusion have overtaken love and compassion.  Stepping away seems the only solution.

What surprises people is that I encourage them to say more.  “This you are saying right now, this is a sign of caring.”  The discovery that asking questions is encouraged by our faith, that their sense of feeling betrayed is often justifiable, and that this was frequently the very thing that the prophets and Jesus were doing, comes as a mystifying surprise.

Of course, being a Latina complicates matters even more. As a woman, people often ask how I can stay in a church that sometimes acts in ways contrary to women’s dignity. “This question you are asking right now—many of us are working hard on this.”

Even more, living in the United States in an age of mass deportations and racial profiling, I am often asked how I can remain a Christian. Have I considered how many who call themselves Christians support the open assault on the dignity of immigrants? How many look the other way as we witness the destruction of families and the victimization of the hungry, the sick, and the poor? “This question you are asking right now—this is what we all need to ask.”

What does it mean to have Christian faith?  What if I told you to look at Christmas for the answer?

The Catholic church begins preparing for Christmas on the first Sunday of Advent, not by imagining a celebratory feast, but from the vantage point of a world that has repeatedly failed to “stay awake” and recognize God at work in history.  The start of Advent sets up what seem like two irreconcilable truths:  On the one hand is the stark realism that sees the human community as full of contradictions and prone to making horrible mistakes, and on the other, the belief that these very same, inconsistent, broken, and oh-so-flawed human beings are God’s beloved creatures.

What does it mean to have Christian faith?

In the wisdom of our ancestors, the Church gives several possible Christmas liturgies to help us probe this question, and if we examine the texts, we can discern a pattern.

First, the prophet Isaiah exposes the suffering of his community.  I think of my sisters and brothers hunted down because they are brown, they work at service jobs, they live in poor neighborhoods, and they are inherently vulnerable.  They are justified to feel with Isaiah what it is to be “forsaken” and “desolate,” to live in “a land of gloom” and under the “rod of… taskmasters.”  When I am given the gift of a conversation with the most vulnerable, those who wait tables and care for other people’s homes and gardens and children, I hear Isaiah’s cry of being “forsaken” and “desolate,” and then…then I hear faith.  Because just as Isaiah announces, they still find the courage to persist and believe that God “restores,” “comforts,” and “redeems.”

What does it mean to have Christian faith?  If anyone can tell us, it is the most vulnerable who see God’s hand sustaining them and trust in the unconditionality of God’s love.

The second thing the Christmas liturgies disclose is that Jesus—born on the margins, who dared to see and speak with the powerless in ways that returned them to personhood, is the “light of the human race.”  This child Jesus, whose entry into history we proclaim today is “the Word become flesh,” bears “the imprint” of God, reveals God, is the glory of God!

What does it mean to have Christian faith?  It means that our God made God’s-self powerless to know us more intimately, and that as God’s Word entered history, for one breathtaking moment all of Creation sang out with rejoicing.  God is with us.  God is with us always, and God dwells with us most perfectly in the ones who need us.  Where are our mangers?  Let us search for them because that is where Creation joins our song.  To go to them, protect them, accompany them is to give our Christian faith meaning and to make our God present.  Welcome home, Merry Christmas, let us sing!

¿Qué significa nuestra fe cristiana? ¿Podría ser que la respuesta esté aquí, en este día de Navidad?

La triste verdad es que a menudo escucho de parte de muchos jóvenes: “Me criaron en la fe católica, pero ya no soy practicante.” Es una revelación dolorosa de la tristeza de perder nuestro hogar, y también de indignación porque, según ellos, en el cristianismo de hoy el juicio y la exclusión han desplazado el amor y la compasión. Alejarse parece la única solución.

Lo que les sorprende es que yo los animo. “Esto que estás diciendo ahora es una inquietud que nace de tu profundidad; te lo agradezco.” El descubrimiento de que hacer preguntas como estas es algo que nuestra fe cristiana afirma, y que identificar la hipocresía es importante, y que esto era precisamente lo que hacían los profetas y Jesús, les sorprende.

En mi caso, se complican aún más las cosas. Como mujer, la gente suele preguntarme cómo puedo quedarme en una iglesia que a veces actúa de maneras contrarias a la dignidad de las mujeres. “Esta pregunta es muy válida”, les digo; “muchos estamos trabajando para que esta situación mejore.”

Aún más, viviendo en Estados Unidos en una época de deportaciones masivas y discriminación hacia las personas latinas, a menudo surge la pregunta de cómo puedo seguir siendo cristiana, aquí y hoy. ¿Hemos pensado en cuántos de los que se dicen cristianos apoyan los ataques contra los inmigrantes? ¿Cuántos de los que nos llamamos cristianos evitamos denunciar la destrucción de las familias y la victimización de los desamparados y pobres? “Esta pregunta es urgente,” contesto; “es una pregunta que tenemos que alzar frente a toda la sociedad.”

¿Qué significa nuestra fe cristiana? ¿Podemos ver que la respuesta está aquí, en este día de Navidad?

La Iglesia católica comienza a prepararse para la Navidad el primer domingo de Adviento. No imaginamos una fiesta; comenzamos desde la perspectiva de un mundo que ha fallado en “mantenerse despierto” y no ha reconocido a Dios actuando en la historia. El inicio del Adviento establece algo casi incomprensible: que la humanidad está llena de contradicciones y somos propensos a cometer errores horribles, y que al mismo tiempo, la creencia de fe, revelada en Jesucristo es de que estos mismos seres humanos tan inconsistentes e imperfectos somos amados por Dios.

¿Qué significa nuestra fe cristiana?  Gracias a la sabiduría de nuestros antepasados, la Iglesia nos ofrece varias liturgias navideñas para guiarnos.

Primero, el profeta Isaías expone el sufrimiento de su comunidad. Escuchamos el eco de nuestras hermanas y hermanos que trabajan en empleos de servicio y viven en barrios pobres. Sabemos que por fronteras cerradas y disputas de poder a menudo son los más desvalidos, gente sin patria en busca de refugio. Ellos pueden sentirse, como nos dice Isaías que están viviendo en “una tierra de penumbra” y bajo la “vara del capataz.” Cuando conversamos, las mujeres que sirven mesas y cuidan hogares y niños de otros, y los hombres que construyen casas en las que nunca vivirán, hacen suyo el grito de Isaías: se sienten “abandonados” y “desolados.” Pero nunca se quedan ahí; es al enfrentar el sufrimiento que encuentran la fuerza de la fe en ese Dios que los ama. Tal como anuncia Isaías, en medio de tanto dolor vislumbran la esperanza. Saben por experiencia que Dios “restaura,” “consuela” y “redime.”

¿Qué significa nuestra fe cristiana? Si alguien puede responder bien a esta pregunta, son los más vulnerables del mundo, quienes sienten la mano de Dios sosteniéndoles y confían plenamente en su protección y su amor.

La segunda cosa que revelan las liturgias navideñas es que Jesús—nacido en las periferias, el que se atrevió a amar a los desamparados devolviéndoles su dignidad—es la “luz de la humanidad.” Este niño Jesús, cuya entrada en la historia proclamamos hoy es “el Verbo que se hizo carne,” nos revela a Dios: ¡es la gloria de Dios!

¿Qué significa nuestra fe cristiana? Significa que nuestro Dios se hizo pequeño y pobre para conocernos más íntimamente, y que cuando la Palabra de Dios entró en la historia, en ese momento desbordado de amor, el universo entero cantó con júbilo. Dios está con nosotros. Dios está siempre con nosotros, y se nos hace presente en el prójimo que nos necesita. ¿Dónde están nuestros pesebres? Busquémoslos, porque allí, entre los pobres, toda la Creación se unirá a nuestra canción de amor. Ir a los necesitados, protegerlos y acompañarlos es dar sentido a nuestra fe cristiana y hacer presente a nuestro Dios aquí y hoy. ¡Feliz Navidad, hermanas y hermanos, cantemos!